HISTORIA DE LA ENFERMEDAD
El doctor Alois Alzheimer nació en Baviera, Alemania, en 1864. Inició sus estudios de medicina en Berlín en 1883 y se graduó cuatro años después. En el año 1906, describió una nueva enfermedad que producía pérdida de memoria, desorientación, alucinaciones y finalmente la muerte.
La enfermedad se diagnosticó por primera vez en una mujer de 51 años llamada Augusta. A su muerte, el cerebro fue estudiado por el doctor Alzheimer, descubriendo la gran disminución de neuronas que se había producido en el córtex cerebral. Esta nueva enfermedad pasó a llamarse Alzheimer en honor a su descubridor.
EL ALZHEIMER
De manera casi continua, oímos hablar a través de los medios de comunicación del incremento de esta enfermedad en el mundo. Pero verdaderamente, pocas personas saben todo lo que conlleva, tanto para la persona que lo padece, como para la familia que lo rodea.
El Alzheimer es la forma más común de demencia, y constituye la cuarta causa de muerte en países como Estados Unidos. Actualmente, unos 25 millones de personas la padecen y en los próximos años la incidencia será todavía mayor. No se sabe que es lo que causa la enfermedad, lo único que se conoce es que se produce un deterioro progresivo del cerebro; afectando a todas sus partes, disminuye su peso y su volumen y las neuronas se van destruyendo de manera continua.
Los dos factores de riesgo más importantes son la edad y los antecedentes familiares, aunque también hay factores sociales y ambientales que parecen influir en su desarrollo. Se cree, que las personas con vidas rutinarias; poco interés por la cultura, escaso hábito de lectura y aficiones, y ausencia de curiosidad, pueden estar más predispuestas a padecerlo.
La forma en que aparece la enfermedad es muy variada y la mayoría de las veces, sus comienzos pasan desapercibidos hasta que no empieza a evolucionar. Los síntomas que pueden hacernos pensar que una persona sufre Alzheimer son:
- Pierde la memoria, se inicia con olvidos frecuentes de cosas que acabas de hacer (saber si has comido o si has dejado la casa cerrada con llave).
- Tiene dificultades para realizar tareas cotidianas, la persona que padece la enfermedad olvida el manejo de electrodomésticos tan comunes como la lavadora o la televisión, o el guardar la ropa en el armario.
- Tiene problemas con el lenguaje, encuentra dificultades a la hora de buscar las palabras adecuadas en una conversación para decir cosas habituales; por ejemplo, dice,”el lugar donde se guardan los trajes”, en vez de decir el armario.
- Está desorientada en el tiempo y en el espacio, olvida el día en el que vive y no sabe donde se encuentra, llegándose a perder muchas veces, en trayectos tan conocidos como el de vuelta a su propia casa.
- Padece una disminución del juicio, no sabe la ropa que debe ponerse en función del tiempo que hace o el dinero que tiene que pagar al comprar cualquier cosa.
- Pierde la capacidad de hacer cálculos matemáticos sencillos, olvida como realizar operaciones tan simples como la suma o la resta.
- Descoloca las cosas, suele colocarlas en sitios disparatados, como meter la cartera en el frigorífico.
- Tiene cambios bruscos de humor y comportamiento sin nada que lo justifique.
- Se vuelve una persona muy desconfiada, su personalidad cambia y se convierte en dependiente de los demás.
- Pierde la iniciativa, es incapaz de llevar su casa, de llevar las cuentas o de organizar su vida.
AVANCE DE LA ENFERMEDAD
El avance de la enfermedad es diferente en cada persona, se inicia de forma lenta, el enfermo puede hacer una y otra vez las mismas preguntas y tiene dificultades a la hora de encontrar las palabras adecuadas en una conversación. Suele tener problemas para acordarse de las fechas importantes o de los nombres de personas conocidas. Su rendimiento laboral baja y tiende a culpar a su familia de esconderle o quitarle cosas.
Más tarde, su aspecto físico deja de preocuparle, olvida tareas tan sencillas como peinarse o lavarse los dientes, comienza a tener problemas para hablar, entender, escribir o leer. Falla en su intento de reconocer personas o lugares conocidos, empieza a aislarse dejando de salir y abandonando sus aficiones. A partir de aquí, el Alzheimer evoluciona con rapidez hacia una demencia grave. La persona que lo padece tiene dificultades en cosas tan cotidianas como: vestirse, asearse o manejar cubiertos; duerme mal, está ansiosa, agitada y confusa, se vuelve agresiva y no para de moverse de un lado a otro en todo el día.
Poco a poco y conforme pasa el tiempo, va caminando con lentitud y con el tronco flexionado, deja de hablar, pierde la capacidad de sonreír, sufre incontinencia y tiene trastornos de comportamiento muy graves. Finalmente, el enfermo, pierde toda la memoria y funcionamiento mental; llega a no poder andar, no se comunica en absoluto, no conoce a nadie, incluso deja de reconocer su propio reflejo en un espejo y en muchos casos tiene que ser alimentado con una sonda porque no sabe tragar el alimento.
Normalmente, suele acabar muriendo a causa de neumonía o úlceras de la piel que llegan a infectarse, debido, a que todo su organismo se ha ido deteriorando poco a poco. La esperanza de vida, no es igual en todos los enfermos; pero una persona puede llegar a vivir en este estado unos diez o doce años, en algunas ocasiones, el tiempo de supervivencia es todavía mayor.
Hoy por hoy y por desgracia, no existe ningún tratamiento que pueda curar la enfermedad, pero si tratamientos que intentan reducir su progresión y sus síntomas. Además de los farmacológicos, hay otros que son orientados a la estimulación, como la musicoterapia y las terapias asistidas por mascotas.
Aunque la persona que padece la enfermedad, permanece aislada del mundo que le rodea, es importante darle muestras de afecto; acariciarle, sonreírle y tratarle cariñosamente, así como cuidarle y no olvidarse de sus gustos a la hora de comer o beber.
La carga psicológica del familiar que cuida a un enfermo de Alzheimer es enorme. Su desgaste emocional y físico suele ser muy grande. Normalmente, tiene que compaginar el trabajo que realiza fuera de casa con el cuidado del enfermo, sin ningún tipo de formación.
La persona que se dedica a cuidarlo, desarrolla una jornada de trabajo sin límites y los principales problemas con los que se encuentra, son la soledad y el gran gasto económico que supone. Pierde la relación con otros familiares y amigos, debido, a que conforme pasa el tiempo, los cuidados y atenciones que necesita el enfermo son cada vez mayores. Hay que asearlo, vestirlo, darle de comer y tiene que permanecer bajo vigilancia las 24 horas del día; porque, puede sufrir caídas o lastimarse sin quererlo con cualquier cosa.
Muchas veces, el propio cuidador suele padecer depresiones, insomnio y cambios de humor, a causa, de la gran cantidad de trabajo que tiene y a que no dispone de tiempo libre para dedicarlo al resto de su familia o a sus aficiones.
Se cree que esta enfermedad será como una epidemia a mediados de este siglo. Hay que favorecer su estudio y posibles tratamientos, fomentar la creación de asociaciones que den apoyo a los enfermos y a los familiares; ayudándoles, a sobrellevar la carga que supone esta enfermedad de la mejor manera posible.
1 comentario:
Un buen trabajo sobre una enfermedad que, como dices en él, se convertirá en epidemia en este siglo debido al aumento de la población de la 3ª edad.
Un saludo
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